LA TRADICIÓN ORAL COMO LITERATURA


     Existen opiniones a favor y en contra de considerar la tradición oral como literatura. Algunos escritores consideran que es literatura aquellas obras que están escritas y que cuentan con un autor que las ha plasmado en papel. Según esta idea, la tradición oral, que proviene de la transmisión de historias a través de la palabra hablada y que ha pervivido en el tiempo gracias a la memoria, no es considerada literatura.
     Por otra parte, los escritores que valoran la tradición oral consideran que por el hecho de ponerla por escrito ya es literatura per se.
     Mi opinión va en esta última línea y añadiré que la literatura escrita deriva de la oral. Pensemos en los cuentos populares, en las narraciones mitológicas, en la Biblia, en Las mil y una noches, en las leyendas medievales y los romances. Todas estas historias fueron transmitidas oralmente hasta que alguien las puso por escrito para inmortalizarlas. La construcción de estas narraciones encierran el germen de los futuros desarrollos de la literatura actual: una estructura basada en tres fases o pruebas que tiene que superar el protagonista, personajes arquetípicos como el rey, la princesa, el mago, la bruja, el donante que podemos identificarlos en mayor o menor medida en otras historias; el viaje mítico descrito por Joseph Campbell o las funciones que extrajo Vladimir Propp de los cuentos populares actúan como cartas de navegación en la mayoría de obras narrativas.
    Los autores de los cuentos maravillosos pudieron conocer las obras antes mencionadas y servirles de base para crear otras nuevas.
    Muchas veces he pensado quiénes serían estos autores anónimos, personas del pueblo que con estas narraciones, sus personajes, sus hazañas, nos describen cómo se vivía en una época anterior a la nuestra. Serían personas conocedoras de la lectura y la escritura, provistas de una viva imaginación, gran capacidad para improvisar y una excelente memoria. Tal vez creaban estas historias para entretener a sus hijos o sobrinos, con la intención de educarles o simplemente para su propia recreación.
    En el momento en que esas creaciones las compartían con los demás, pasaban a vivir en la memoria de las siguientes generaciones para ir perviviendo en el tiempo reinventándose, creando nuevas historias y versiones, manteniéndose viva esta tradición.

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